El café de las mañanas

El café de la mañana se convirtió en el café de los días, por la tarde a media noche tu  podías verle con el café oscuro entre las manos y ese aliento que caracteriza; pero es que el café no es como ella, el café no se enfría, el café es para platicar, para ser compañía; el café no es como ella que no esta siempre, que siempre es igual; el café cambia y es cálido y es tostado y a veces seco pero siempre cálido y el café se mezcla y ella siempre fría, siempre tan distante, poco se presta para acompañarte, pero ella lo sabe y así lo compensa, con un café entre las manos y un frío en los labios que no dicen nada pero le hacen mejor.  
Y cuando el café baja por su garganta, cuando el sabor amargo inunda su inapetente vida, ella se vuelve otra, ella despierta, ya no hay mas vacío, porque el café hace sentir, y ella se olvida de ese frío físico y mental que le caracteriza...

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